a l’Anna pels nous móns que em descobreix.
CONTRABAJEANDO 1954
C Corazón
O Olvido
N Nación
T Tierra
R Razón
A Arlequín
B Barrio
A Alegría
J Jadeo
E Elección
A Amigo
N Natural
D Dios
O Otoño
1954
En el corazón de Héctor, al igual que en el mío, permanece el recuerdo de aquella tarde de otoño de 1954. En su adulta-adolescencia junto con un grupo e amigos improvisaron ritmos de su querida nación ¿Por qué salió la palabra?, para él tenía negros recuerdos. Aquella tarde la aniquilaron y siempre mas utilizaron la palabra TIERRA, eso sí, en mayúsculas. Juntos reinventaron ritmos de su TIERRA. No les sirvió la razón para crear aquellos queridos compases, fueron hondos sentimientos que tan pronto afloraban del piano de Daniel, como del bandoneón de Rodolfo o bien del contrabajo de Héctor.
Los sones danzaban alegres, como si de un arlequín se tratase, dando brincos de barrio en barrio, recorriendo primero Buenos Aires "Mi Buenos Aires querido", luego, lentamente, todos los pequeños e incluso más recónditos y olvidados lugares de la gran Argentina, Bailecito.
El bandoneón de Rodolfo se dejaba oir cuando la alegría del pueblo afloraba; el jadeo del contrabajo, cuando la angustia de algún incomprendido amor llegaba hasta ellos; y el piano de Daniel elegía los acordes necesarios para reflejar lo que los amigos de la querida TIERRA insinuaban a través de sus corazones.
La inspiración les llegaba a través de los ritmos que bailaron de chicos -el tango-, de las melodías que las madres les habían susurrado en los oídos, y que ya jamás olvidaron. Ellos eran aquellos ritmos, aquellas melodías.
Daniel empezó a emocionar a sus amigos, al arrancar de las teclas del piano una sentida melodía Adios nonino. Todos permanecieron con el alma en vilo, casi no podían respirar, era una ofrenda, una despedida del padre, del padre de todos, del padre de Astor, del padre de Argentina. Era una oración que seguro llegó a los oídos de Díos.
Luego el bandoneón de Rodolfo se quejó dulcemente, junto con la poesía de Mi Buenos aires querido, el piano de Daniel y el contrabajo de Héctor unieron sus acordes durante unos eternos minutos y fueron deshojando la nostalgia de sus almas, que dulcemente flotaba por los aires y seguro llegó a todos los rincones de la tierra argentina, incluso a los corazones de aquellos que de lejos no pueden olvidar.
Alegremente los recuerdos afloraban: El día que me quieras, Primavera porteña, La moza donosa, Verano porteño,…., hasta que Héctor arrancó de su contrabajo los quejidos de Contrabajeando y nos dejó aturdidos, escuchando los graves sones que pronto fueron seguidos por un tímido piano, que enmudecía o gritaba, acompañando emocionadamente aquel sorprendente ritmo que Héctor nos regalaba. Fueron momentos mágicos.
Al caer la tarde y luego de escuchar Bailecito, el piano enmudeció junto con el contrabajo y el bandoneón; sabíamos que aquella alegría contenida, por su inmensidad nos acompañaría a lo largo de nuestras vidas. Fué una tarde inolvidable. Fuímos Argentina.
Esborranys. Lídia Sender
wooo w que bella creación tuya… enigmaticamente argentina.
me ha encantado…. y mucho!
te mando un abrazo li.
Que bonito, Lidia..está escrito dese el corazón…Amiga..no podia ser de otra manera,Tu dejas a tu paso alfombras de ternura..Besos.
Conxi
No deixas de sorpendram.
Un petó.
Me encantan los tangos!!! Cuanto más…interpretados por un nativo de la tierra y con el sentimiento de la nostalgia de ella. No hace mucho, paseando por los alrededores del palacio real aquí en Madrid, vimos un grupete formado por dos o tres (no recuerdo) polluelos cantando un tango…y una pareja bailándolo. Genial!!! No solo el vestuario que llevaban (ellos con sus pantalones negros ajustados, camisa del mismo color y chaleco muy entallado. Ella…con un vestido ceñido rojo muy vivo y con una raja en un lateral hasta el comienzo del muslo) fue lo que tu dices…como estar en su tierra.
Un besito con achuchón y gracias por la bienvenida 🙂
Cuídame a la amiguilla. Tu la tienes cerca para darla un achuchón de mi parte. Muak!!!