“Al cerrar los ojos percibí el olor del viento. Un airecillo de mayo con turgencias afrutadas. Ahí estaba la piel, y la pulpa, blanda y jugosa, y las semillas. La fruta reventó en el aire y las semillas, convertidas en una nube de blandos perdigones, dieron contra mi brazo desnudo. Atrás, sólo dejaron un dolor tenue.”
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“-Pues sí, la verdad -suspiró-. Lo peor es el miedo. Lo mas horrible, lo que más miedo me da, no es el dolor en sí, es imaginar el daño que pueden llegar a hacerme. ¿Me entiendes?”
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“En aquella habitación todo estaba reseco, perdidos el color y el aroma que habían poseído en el pasado. Sólo el tiempo permanecía inalterado, de una manera casi prodigiosa.”