EL DESAMOR ESCUECE. ROSA MONTERO

                                      

 e pasó el fin de semana esperando a que él la llamara y él no llamó nunca. La vi el lunes taciturna y furibunda, aplastada por la gravedad de la vida: es notable lo que aumenta el peso de la existencia cuando el desamor te ha hincado el diente. Si tu amado no te ama (si tu amada te ignora), el futuro te parece tan gris como una tarde de tormenta. Días interminables, meses aburridísimos, una vida sin sentido. Porque el amor es una droga, y todo drogadicto cree que no puede sobrevivir sin la sustancia a la que está enganchado. Por eso a mi amiga se le había apagado el mundo aquel lunes funesto: nada existe, nada palpita, nada brilla si no te miran los ojos que tú quieres que te miren de la manera en que quieres ser mirado.

 

    El desamor abrasa. Sobretodo al principio, sobretodo si tienes 20 años. Porque entonces te llegas a creer que tus pasiones son auténticas fuerzas de la naturaleza, tan ajenas a tu voluntad como los oscuros planetas que cruzan el arco del cielo. Y así, cuando eres joven, crees que tu amado es irremplazable, que no hay otro ser en el mundo tan maravillosos ni tan atractivo. Que nunca podrás amar a nadie de ese modo.

 

    Luego pasan los años, las parejas, los enamoramientos fulminantes, los desencantos. Se te va poblando la memoria de pasiones apagadas  y aprendes a relativizar tus sentimientos:  sabes, por ejemplo, que el amor que estás perdiendo no es el único, y que tal vez ni siquiera es amor. Pero, aún así el desamor escuece: el dolor está en su naturaleza, es corrosivo. Tiene, como la lejía, un ardor frío.

 

    Y así, esperas esa llamada telefónica que nunca llega y rabias. Esperas la palabra justa que el otro no pronuncia y te desesperas. Esperas un milagro final; que él, o ella, se comporten de una manera distinta a como siempre son, o lo que es lo mismo, que sean otros. Pero él, o ella, suelen manifestar una mezquina y empecinada tendencia a seguir siendo como son y a no convertirse en el amado ideal que uno busca y desea. Y entonces uno se deprime, se acongoja y se abruma. Te duelen las yemas de los dedos del ansia de tocar, no ya el cuerpo esquivo de tu amado, sino más bien su alma: porque quieres atrapar ese espejismo de amor que se te escapa. Pero es como encerrar una voluta de humo en una jaula: cuando el desamor te ha hincado el diente, suele comerte entera. Eso también se aprende con los años.

 

    Quise decirle aquel lunes a mi amiga tan joven y tan triste que, con el tiempo, el mundo vuelve a pintarse de colores y a recobrar su brillo. Pero no abrí la boca, porque pensé que me daría la razón como se la daría a un loco y que su corazón no me creería. Pude decirle también que hay un desamor más cruel y doloroso que el que te dejen de querer: cuando sientes que el brillo de la pasión se va apagando, que la hoguera se convierte en una brasa. Amaste, lo sabes porque tu memoria te lo dice, pero tus sentimientos no lo recuerdan. Miras las viejas fotos de los primeros días de tu pasión, y no te reconoces en esa sonrisa, en esa emoción de sentirse juntos, en esa intensidad de bien quererse. ¿de verdad te palpitaba el corazón, se te nublaba la vista, perdías el aliento cuando le veías? Donde ayer hubo un horno y el resplandor de un sol hoy hay una polvareda de cenizas.

 

  Quizá habéis vivido juntos durante años; quizá tienes hijos con él o has comprado una casa con ella. Le quieres como se quiere a la familia: con un cariño acostumbrado. Pero en algún minuto de esa travesía temporal que habéis hecho en la vida tú has perdido el contacto con el otro. La mayoría de las veces no es cuestión de culpas, sino de desencuentros; la otra deja de ser la esposa que soñaste, el otro ya no encarna a tu pareja ideal. O más bien es cosa tuya: eres tú quien ha dejado de poner en el otro la ilusión del amor. Los pequeños rencores, las pequeñas disputas, las soledades medianas y los grandes malentendidos: toda esa basurilla que te echa encima, en suma, la abrasadora convivencia puede agotar en ti el enamoramiento que antaño sentiste. Porque el amor, por mucho que mi amiga veinteañera  crea ahora, en su despecho, lo contrario, es una planta delicada y débil, a la que hay que regar con mucho tiento para que no se seque.

 

    Duele el desamor, pues, tanto si no te aman como si tú no amas. Pero cuando aprieta el desaliento y te arde la despellejada piel del alma de un desamor reciente, conviene pensar algunas consideraciones que también pude hacerle a mi amiga y no le hice. Primero, que uno no puede pasar por la vida sin mancharse y sin herirse, y que todo lo importante tiene un precio: y así, el dolor del desamor (y atreverse a afrontarlo) es el precio de tu capacidad de amar y de esa intensidad gloriosa, vida pura, que la pasión te ofrece. Segundo, que en todas las rupturas se aprende algo. Y tercero, que el amor no está en el otro, sino en ti mismo: si una vez amaste, lo volverás a hacer. Y siendo más sabio.

 

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7 Responses to EL DESAMOR ESCUECE. ROSA MONTERO

  1. Desconegut's avatar Gloria ha dit:

    Ay Mel-la,de dónde sacaste este texto?(es broma).Retrata tan bién la "media".Esa niña debe aprender ,pero a su tiempo como todos hemos hecho.NAdie le va a prestar su experiencia,no es así?
    Un beso fuerte
    Gloria

  2. Desconegut's avatar Jordi ha dit:

    El sopar de bloqueros no em sembla malament, encara que si t\’he de ser sincer prefereriria començar amb una sobretaula, tot prenent un bon cafè, a qualsevol bar de la ciutat. Parlem de la Rosa Montero: no és pas el tipus de literatura que més m\’interessa. Se li ha de reconèixer, però (com diu la Glòria), aquest aspecte de ser representativa del que pensa de l\’amor la majoria de la gent. Petons.

  3. Desconegut's avatar LO ha dit:

    ¿Y quien no ha pasado por este trance?.
    Según maduras,  con más miedo,  pero
    no por ello con menos ilusiones.
    Y de este dolor,  del desamor,  están estas
    páginas llenas,  los spaces condensan en
    mayor o menor medida toda esa carga.
    Y nosotros. los leemos hasta que nos escuecen los ojos.
    Besos de Lo.

  4. Desconegut's avatar Magali ha dit:

    Creo que reconozco todos los desamores posibles. Pero el peor es cuando no hay desamor aunque sí distancia involuntaria… y ambos se aman pero saben que su historia no puede seguir y les abrasan los silencios y la soledad de madrugada. Ambos son su ultimo pensamiento al acabar el día y el primero al despertar. Ambos se buscan a escondidas y cuando hallan palabras conocidas les escuecen. Sí, el amor es una droga dura y el desenganche es un síndrome más duro aún cuando no te queda esperanza, ni ganas de volver a amar, cuando ves que todas las posibilidades de volver a ser alguien vivo se apagan y haces de tu vida una careta, una sonrisa triste y resignada para no hacer sufrir a los que tienes alrededor cada día, y solo quedan los recuerdos de cuando un día algo hermoso suceció, te hizo vibrar sin darte cuenta a cuanto dolor te llevaría. Ni con la edad se aprende, o sí… el tiempo lo dirá, aunque ya será demasiado tarde para volver a amar.
     
    Un texto muy bien encontrado, gracias Lidia… a pesar de todo, ya ves como sigo. Un beso enorme.

  5. Desconegut's avatar Ines ha dit:

    Yo debe ser que aun no he crecido y me mantengo en los veinte aunque ya paso mas del doble. Aún me duele, me duele y mucho y aprender….. si se aprende, pero con que facilidad se olvida cuando te vuelves a enamorar!!!!! pero ….. que seriamos sin esos sabores agridulces???? Felicidades, me ha gustado leer tu entrada. Un beso.

  6. Desconegut's avatar Carmen ha dit:

    Para el desamor, no hay consejo, ni reflexión ni cita que amortigüe sus efectos, aunque cuando no se sufra de él, seamos capaces de aceptar y ofrecer a los demás, cualquiera de esos lenitivos que sólo nos parecen aplicables cuando estamos a salvo de la quema. Eso no quiere decir, en absoluto, que le falte razón a Rosa Montero. Al contrario, la tiene toda.
     
    Un besote.
     
    Sol 

  7. Desconegut's avatar Iliana ha dit:

    Vaya que duele el desamor… y luego que pasa el dolor, qué extraño estar frente a frente con quien uno amó y a quien uno dejó de amar, independientemente de las razones. Más rara e incómoda es la sensación que deja el que alguien más nos diga: ¿y si regresaras? ¿y si volvieras a empezar? ¿y si él quisiera, le dirías que sí?? ufffffff… Ese ex esposo o ex novio de años, termina convirtiéndose en una mezcla de hermano y de extraño, en el mejor de los casos. Es inconcebible entonces pensar en el amor y es curioso recordar que lo hubo.
     
    Me quedo con el último párrafo de la Montero, es a la vez objetivo y esperanzador.
    Por cierto, ella es una de mis escritoras preferidas.
     
    Un saludo y un beso, Lidia!!

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